9 sept 2008

Adele Bloch- Bauer, una sonrisa ..........que tardò 3 años en llegar.

La leyenda: Gustave Klimt mantuvo un intenso romance con Adele Bloch-Bauer, la esposa de un judío adinerado que se hizo de oro con el azúcar. Con su pitillera dorada y sus vestidos blancos, Adele se ganó la fama como anfitriona de pomposas fiestas a las que acudían los grandes artistas de la época. Klimt se convirtió poco a poco en su confidente, y entre los dos fue surgiendo «una profunda amistad intelectual» (en palabras de su hermana, Theresa).
El retrato: Adele Bloch-Bauer tenía fama de pálida y gélida. El pintor supo sin embargo arrancarle una sonrisa a medias, los labios rojísimos y los coloretes exagerados, las manos enlazadas a la altura del pecho y el brazalete de oro a juego con el vestido dorado que todo lo abarca.



Tres años tardó Klimt en ponerle el broche final a Adele Bloch-Bauer I, el título definitivo del cuadro. Durante 60 años estuvo colgado en el Palacio Belvedere de Viena junto otra de sus obras celebérrimas, El beso. Cuando ganó su pleito al Gobierno austriaco, la heredera Maria Altman se llevó el codiciado retrato a EEUU y lo cedió en préstamo al Museo de Arte de Los Angeles, donde puede aún verse hasta el próximo 30 junio.

De nuestros miedos nacen nuestros corajes y en nuestras dudas viven nuestras certezas. Los sueños anuncian otra realidad posible y ...